La torre de Aranguren se sitúa al borde de la carretera que
une Zubiaur, el núcleo principal de Orozko, con el barrio de
Ibarra y otros lugares del valle.
Es un edificio llamativo: sus arcos apuntados, sus ventanas
conopiales y su decoración lo destacan sobre las construcciones
del entorno.
Estuvo vinculada
al linaje de Olarte. Esta familia, fiel servidora de los señores
de Ayala -valle alavés al que estuvo vinculado Orozko hasta
el siglo XVIII-, poseía un solar en Aranguren ya en 1385, pero
la construcción de la casa actual debió esperar hasta los primeros
años del siglo XVI, a caballo entre el mundo gótico y el del
Renacimiento.
Ya en el XVII pasó a manos de los Rotaetxe,
quienes debieron hacer importantes reformas. Aranguren no es, pese a su
nombre, una torre fuerte banderiza. No es la casa de un
guerrero, sino la de un hidalgo acomodado, quizás un segundón
de los Olarte. Aranguren es un palacete rural de
clara vocación residencial.
La casa se asienta sobre una planta cuadrada, y sus muros
se aparejan en mampostería reforzada con sillería en las
esquinas y en el contorno de los vanos. Estos se distribuyen
por las fachadas sin mucho orden: puertas y ventanas se abren
sin buscar una organización o equilibrio, sino allí donde son
necesarias, como corresponde a un edificio aún esencialmente
gótico.
En Aranguren empieza a dejarse
notar la influencia del Renacimiento, apreciable en el interés
que se puso en destacar la fachada principal. Abierta hacia el
camino, en ella se concentran los elementos más llamativos
del edificio.
Allí, en el piso bajo, hay un amplio portal en arco apuntado.
Su rosca está recorrida por un cordoncillo tenuemente tallado,
y en la clave luce un rudimentario escudo de los Olarte: dos
lobos pasantes ante un árbol y dos estrellas.
El primer piso es el verdaderamente importante. Se
llega a él a través de un patín o escalera de piedra. Su entrada
es un nuevo arco apuntado, más pequeño que el del bajo. Y
a sus lados se abren sendas ventanas conopiales. Una es sencilla,
con alféizar moldurado y la rosca deprimida. Pero la otra es
más aparatosa. También su alféizar es moldurado, pero además
se decora con bolas y un sogueado al frente. En su rosca nuevos
cordoncillos acogen un torpe pero delicioso relieve de la Piedad.
En realidad estos vanos forman lo que se puede considerar
una galería de ventanas orientadas hacia la solana y hacia el
camino.
Los dueños de la casa buscaban más luz, y con ello
más calidad de vida. Pero también querían que los caminantes
pudieran ver su magnífica casa, signo externo de su riqueza
y condición social. Comodidad, sí, pero también ostentación.
Aún hay otros dos conopios sencillos en las caras zaguera
e izquierda, en el piso residencial. Pero el resto de los vanos
son de menor interés: huecos adintelados que en buena parte
han sido reformados en diversos momentos de la vida del
edificio.
Fuente: Ficha de Torre de Aranguren sobre Patrimonio Histórico de Bizkaia.
Bizkaiko Foru Aldundia - Diputación Foral de Bizkaia
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